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¿Se puede evitar una devaluación?. Artículo de Luis Vicente León
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7:24
Ahorrar o reservar patrimonio en activos inmobiliarios es una ridiculez...
LUIS VICENTE LEÓN
En Twitter: @luisvicenteleon
eluniversal.com
Si consideramos que la devaluación es un decisión política, podríamos decir que es posible retrasar ese decreto, incluso más de los que algunos analistas estimamos (enero-febrero del 2013). Pero lo que nadie puede evitar, sin una política económica decente, es que la moneda pierda su valor intrínseco, como tampoco el efecto perverso de no reconocer esa depreciación, no haciendo lo que hay que hacer: devaluar.
Es evidente por qué el Gobierno no devaluó este año: está en plena campaña electoral y devaluar es impopular. Además del impacto inflacionario, obliga a reconocer la incapacidad oficial para estabilizar el valor de la moneda, aunque en el caso venezolano hemos llegado a la barbaridad de meter presos a directores de casas de bolsa y mantenerlos ahí durante años con el objetivo de culparlos de la devaluación, esa que ahora, luego de destruir el mercado de capitales, vuelve a ser necesaria por las mismas razones que antes: su propia ineptitud. Un descaro digno de un récord Guinness.
El problema es que estirar la liguita podría ser su peor decisión económica. A estas alturas, el único bien barato de nuestra economía es el dólar, en cualquiera de sus versiones. Tenemos una matraca de sobrevaluación cambiaria y con excepción del petróleo, todo el resto de la producción local este condenada.
Si el dólar es un regalo, el impacto que esto tiene sobre la industria y el ahorro es devastador. Incluso si no existieran las otras variables que desestimulan la producción local, entre las que cabe mencionar la hostilidad contra el sector privado, las expropiaciones, el deterioro de la infraestructura, un marco jurídico antiinversiones, entre muchos otros; de todas maneras la producción local estaría fuera de juego por el sesgo cambiario. La combinación es un cóctel Molotov. Las importaciones del primer trimestre fueron tres mil millones de dólares más que en el equivalente del 2011, una buena parte de ellas realizada directamente por el Gobierno y otras fuera del mercado oficial. Todo esto a costa de una contracción significativa de la producción local de alimentos (por ejemplo) que nos hace más dependientes y nos pone al borde de una crisis monumental, tan pronto la fiesta petrolera se venga abajo o el incremento exponencial del gasto público sea insostenible, no importa a qué precio del petróleo.
A esto se añade el tema del ahorro. En un país con fuerte sobrevaluación del tipo de cambio, con tasas de interés negativa (el banco te paga mucho menos que la inflación), donde comprar un inmueble para alquilar es una locura (toda vez que resulta equivalente a entregárselo con lacito al inquilino) y donde la bolsa de valores quedó destruida y ahora es menos activa que Cookie, el viejo gato de mi hermana después de su dolorosa operación testicular. Ahorrar o reservar patrimonio en activos inmobiliarios es una ridiculez, como no sea tu propia casa (y esa también está en veremos, a menos que esté financiada con subsidio oficial). El tema es un tanto distinto para las transnacionales, a las que no les queda más remedio debido al corralito de dividendos al que las tiene sometidas. No es que hayan muchas opciones tampoco para el resto de los mortales, ya que no se puede operar en el mercado cambiario legalmente, más allá de los dólares de viajero e Internet, que sólo dan para un pelito de populismo de clase media. Pero a la gente le quedará comprar el equivalente a los dólares a través de bienes importados, porque le queda claro que el próximo año su valor se va a incrementar al ritmo del dólar que los sustente. ¿Hasta dónde? Como diría Buzz Light Year: Al infinito... y más allá.
Luisvicenteleon@gmail.com
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