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Confesiones de una bachaquera. Por Ángel Alayón
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Por Ángel Alayón | Prodavinci
A principios de diciembre de 2012, Oriana* recibió una llamada de su madre desde San Juan de Lagunillas, un pueblo pequeño que queda a cuarenta minutos en carro de la ciudad de Mérida: “Aquí no se consigue nada. Después de las elecciones dejaron de mandarnos cosas”. Oriana entendió la queja de su mamá como una oportunidad. Empezó a recorrer establecimientos comerciales en Caracas para comprar lo que más escaseaba en San Juan de Lagunilllas: harina precocida de maíz y de trigo, aceite, papel toilet… le tocó hacer colas y recorrer la ciudad varias veces, pero pudo llenar la maleta de su carro y emprender el viaje hacia Los Andes. Tenía miedo de que la pararan en las alcabalas, pero una estrategia le sirvió de salvoconducto: detenía su carro ante la alcabala y le preguntaba a los guardias, antes de que ellos pudieran abordarla: “Buenas tardes. ¿Barinas queda derecho?” Y los guardias no tardaban en contestar: “Sí, mi amor. Siga derecho.” La venta fue un éxito. Puso una mesita en la puerta de la casa con los productos y todo se vendió en menos de tres días. CLIC AQUI para seguir leyendo...
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