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Sobreviviendo al látigo del dólar negro

on 8:25
Daniela Romero Nava

panorama.com.ve

“Hay que ingeniárselas para obtenerlos, pero vale la pena. Al venderlos les ganas el triple. Y bien lo vale si se le ahorras al comprador las miles de trabas que pone Cadivi a la hora de liberar las divisas”.

Así defiende Jorge A., marabino de 37 años, la compra y venta de dólares en el mercado negro, negocio al que se sumerge sabiendo que se expone a ser penado, pero que justifica diciendo: “la ganancia vale el riesgo”.

Pero a los ciudadanos de a pie, los que no buscan hacer negocio, no les alcanza con los montos anuales establecido por Cadivi: 3.000, a través de las tarjetas de crédito, a los viajeros; 6.000 para remesas familiares y 350.000 para empresas que integren la lista de prioridades establecidas por el Gobierno, por medio de Sistema de Transacciones de Moneda Extranjera (Sitme).

Por eso es que el venezolano se las ha ingeniado y no se ha quedado de brazos cruzados a la hora de subsistir a cada control de cambio y a las restricciones que éste traiga consigo. ¿ De qué manera lo ha hecho? ¡De muchas!

“Solicitar dólares para viajar a Europa y luego irse a Cúcuta a raspar la tarjeta era tan rentable como tener una máquina de billetes verdes al lado. Desde la abuelita hasta la niñera de primos salían de viaje para que mi tío pudiera obtener dólares para las importaciones de su empresa.

Hasta hace nada (tres años, aproximadamente) se veían en Aruba y en Cúcuta, tal cual como un ‘pegaíto’ de celulares, los avisos que decían ‘Se raspan tarjetas’. Ahí se pasaban por los puntos de venta y se obtenían los dólares rapidito. En un fin de semana ya regresábamos con hasta 2 mil dólares cada uno”, confiesa Ramón A., contador público y quien recuerda lo que le ha tocado hacer para obtener dólares y sostener el negocio que mantiene con su tío y de paso ganarse “una tajadita”.

Sobre esa modalidad Adriana V., arquitecta de 48 años, dice: “Eso no es nuevo. Siempre se ha hecho, incluso, desde mucho antes de este Gobierno, en el que se ha visto mayor restricción para el otorgamiento de divisas. Un pasaje a Panamá se convertía en el depósito seguro de tus dólares en la tarjeta de crédito y listo el negocio. Los vendías y ya”, recuerda sin pudor al confesar que aún lo hace.

La opción de cambiar la tarjeta de alimentación por 20 dólares es otro mecanismo que se ofrece en Venezuela y que puede comprobarse en diversas páginas anunciantes de internet que ofrecen “seriedad y responsabilidad” ante la operación, además que garantizan evitar futuras sanciones al negociante. En Venezuela, Caracas es epicentro de este tipo de transacciones. De igual forma se aprecian los anuncios “Se compra cupo Cadivi al mejor precio: 5$”.

Para los más desconfiados ante este mecanismo existe la compra venta personal. “Siempre hay alguien en tu trabajo, en el edificio, en la cuadra, que vende dólares. Cuando los necesito prefiero buscarme a una persona de éstas con quien pueda hacer el intercambio de monedas. Se llega a un punto al que ya uno se hace cliente y los deja a un menor costo para uno si se le busca clientes, de forma discreta”, confiesa Sonia M, secretaria y comerciante.

Obtener la moneda a través de transacciones financieras es otra modalidad para un nivel más elevado por los montos en cuestión. “Se necesita que el comprador tenga cuenta en el exterior. Paga en bolívares y se le depositan los dólares en su cuenta”, explica Hugo P, quien vende la divisa bajo esta modalidad.

No se puede dejar de mencionar los casos en los que la opción para el enriquecimiento es a través del lavado de dólares. En este caso ya no se trata del ciudadano de a pie que necesita las divisas para el viajecito o comprar un cargamento de perfumes para aumentar sus ingresos. Se trata de grandes operadores que incurre en el delito a mayor grado para la negociación y los movimientos con la moneda extranjera.

En abril de este año el Ministerio para el Poder Popular de Interior y Justicia desmantelaba una red de lavado de dólares procedentes de Colombia, según declaraciones del titular de esa cartera, Tarek El Aissami.

“Esta red operaba desde varios estados del país y para ello utilizaba varias empresas y personas naturales que servían como fachada, las cuales legitimaban estas divisas a través de los mercados ilegales convirtiéndolos en bolívares e introduciéndolos en el sistema económico nacional”, explicó el ministro en su momento.

Cada historia planteada termina justificándose en el mismo punto: la burocracia, las trabas, el retraso en la liquidación, la exclusión, o cualquier otro factor son el pan de cada día en el trayecto que se emprende en busca de la moneda estadounidense por la vía oficial, por lo que a muchos les ha tocado desarrollar su instinto de supervivencia al verse limitados para la operación de sus transacciones con las divisas.

Esta odisea tiene su punto de partida en el famoso “Viernes negro”, sin embargo; para nadie es un secreto que en los últimos nueve años se ha agudizado la limitación en la liquidación de dólares, con las mil y un estrategias para evitar una de las peores sanguijuelas de la economía venezolana: la fuga de capitales.

Desde aquel viernes 18 de febrero de 1983, la economía venezolana dio un giro para siempre, pues fue ese entonces cuando el bolívar se devaluó y el dólar dejó el entrañado 4,30 para iniciar una escalada histórica que hoy lo coloca (sin reconversión promedio) en 4.300 bolívares, es decir 100%.

Después de tener un sistema totalmente sumergido en oscilaciones, los vaivenes cambiarios no se hicieron extraños para la economía venezolana. Sin embargo, los indicadores económicos del 2002, luego de un paro petrolero, conllevaron al Gobierno a la creación de Cadivi para ejercer un riguroso control de las divisas. En el 2003 aparece este nuevo ente, a través del que se propone evitar, entre otros factores, la histórica y desangrante fuga de capitales en el país. y por tanto impedir la disminución de las reservas internacionales.

Sin duda, éste ha sido el epicentro de sus objetivos. ¿Y cómo no? Venezuela ha demostrado cifras insólitas de extracción de divisas durante los últimos años. En el 2002, año del paro petrolero, este país registró una extracción de capital de 6.702 millones de dólares. El 2007 fue otro año que marcó historia, con una fuga de 16.495 millones de dólares, por solo citar algunos ejemplos del desangre.

Vale destacar que la cifra expresada salió del sector privado y que el 98% de la extracción se efectuó en el renglón de monedas y depósitos de la balanza de pagos.

La cosa es que la astucia del venezolano los ha llevado a correr y montarse en la balsa del mercado paralelo a como dé lugar para obtener sus divisas. Entre ellos los pequeños y medianos empresarios, como Audio N., quienes en espera de la liquidación de las divisas, por parte del Sitme, compran los dólares en el mercado paralelo para adquirir su mercancía y luego venden al triple los otorgados por el Gobierno cuando son liberados.

“Los retrasos en la liberación de los dólares no concuerdan con la urgencia de este mercado. Para poder abastecerlo se tiene que comprar la moneda en el mercado negro y cuando el Sitme liquida se venden como dólares negros también para poderlos recuperar”, describe el empresario.

Otros que también han tenido que socorrerse con “el paralelo” han sido aquellos que decidieron estudiar una carrera de pregrado o posgrado en el exterior y que quedaron excluidos de las profesiones que el Gobierno estableció como prioritarias para el Plan de Desarrollo Económico Social de la Nación 2007- 2013.

Igual estrellón viven quienes tienen aspiraciones a perfeccionarse en alguna actividad fuera del país. “Ampliar los conocimientos en materia de yoga no es prioritario para el Estado. De eso vivo, cosa que me obligó a acudir al mercado negro del dólar para lograr mi objetivo”, sostiene Alfonso Zerpa, maestro de yoga marabino.

“Ni decir de los viajeros que no tenemos cupos Sitme y dependemos solo del cupo Cadivi. El cálculo que hace este ente para viajar a Bogotá es de 700 dólares, por ejemplo. Esa cantidad no es suficiente. Tuve que completar con dólar negro para poder disfrutar mi viaje”, se queja Sonia Villasmil, dejando claro que sí lo disfrutó.

¿Y cómo no? si el turista venezolano es anhelado donde va por su vocación al “shopping”, aunque a la hora de sacar sus tarjetas en el exterior tiemblen del temor y tengan que cruzar los dedos y rezar un Ave María en espera de que el banco autorice sus compras.

Todo este fenómeno que pareciera ser uno de los “chupacabras” de la economía venezolana forma parte de la complejidad de presenta el hecho de controlar todo el proceso, regular los montos y establecer precios en el control de cambio, a juicio de la exministra de Hacienda y actual decana de la facultad de Economía y Ciencias Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), Maritza Izaguirre.

“La experiencia indica, especialmente en economías complejas, con múltiples necesidades y diversos actores sociales que compiten por las divisas escasas, que se hace muy difícil controlar todo el proceso, que implica acceder a montos regulados y a precios establecidos. De allí que las operaciones son marcadas por la corrupción y diversas formas de evasión, a pesar de la normativa legal”, explica la experta.

Para Izaguirre, en el caso de Venezuela, donde existe una alta dependencia de la evolución del precio del barril de petróleo para mantener las reservas que sirven de respaldo a las operaciones cambiarias, cualquier alteración en el mercado incide en las previsiones de ingresos de divisas al Banco Central de Venezuela (BCV).

La exministra recomienda que “hay que tratar de corregir los factores que conducen al control inicial y desmontar el sistema progresivamente (...). Por otro lado, el impacto del gasto público dinamiza la demanda, la población tiende a consumir, y la oferta, al disminuir el aporte interno por la restricción a la producción se complementa con importaciones, que a su vez requieren de moneda extrajera para cancelar obligaciones, ya sea de partes y repuestos, insumos, maquinaria y equipo o bienes y servicios”.

Según la experta, en un ambiente altamente inflacionario, la población tiende a protegerse, adquiriendo bienes y servicios lo que estimula la demanda de productos tales como carros, equipamiento del hogar, entre otros, que a su vez presionan por divisas. De otro lado, la incertidumbre lleva a tratar de proteger el patrimonio familiar, adquiriendo moneda extranjera y es ahí donde en muchos casos la persona corre el riesgo de caer en operaciones ilícitas.

Lo cierto es que por una u otra razón todos terminan cayendo en las “aguas negras” de un dólar paralelo que descalabra la economía venezolana y que ha conllevado al Estado a hacer remezones que van desde la reforma de la Ley de Ilícitos Cambiarios, hasta la eliminación de casas de bolsa y sociedades de corretaje y la reducción de asignaciones a ciertos

sectores. De esta forma, el círculo vicioso no se detiene. El Estado protege sus divisas y las reservas internacionales de la fuga de capitales, los “astutos” consiguen darle la vuelta y sacarle jugo a la necesidad que generan los controles y quienes realmente necesitan de la moneda extranjera terminan por ser las únicas víctimas del látigo del mercado negro… FUENTE

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